Una cenicienta moderna (III)
Tercera entrega del encuentro...

Caminando por la avenida principal las dos se dieron cuenta de que el ruido excesivo del tráfico rodado les alejaba demasiado, pese a ir caminando juntas e incluso pese a que Lili todavía no había soltado la mano de la muchacha desde que se agarró a ella al subir el bordillo de la acera. Se miraron y la muchacha le dijo casi al oído a Lili;
- ¿Te parece bien si callejeamos por el medio del barrio y evitamos las calles principales, a mí me dan dolor de cabeza, a ti no?
Lili asintió y, dispuesta a dejarse llevar por la muchacha hasta el fin del mundo había tomado ya la irrevocable decisión de dejar sus asuntos de ese día para otro momento, nada iba a separarla y mucho menos a alejarla, ni aunque fuese acústicamente sólo. Giraron a la izquierda y se metieron por una calle estrecha, la primera era perpendicular a la avenida, la siguiente esquina giraron a la derecha y caminaron por otra calle, igual de estrecha que la anterior, pero paralela a la avenida.
Y en ese momento se miraron de nuevo, con miradas cargadas de preguntas y de respuestas, pero cada una tenía que aprender a leer los ojos de la otra. Cosa que pasaría con el tiempo, de momento les hacía falta hablar y decir las cosas, poner las palabras en la boca y pronunciarlas, y en eso la primera iba a ser la muchacha pero Lili le pisó el turno sin darse cuenta, siquiera se dio cuenta de que la muchacha cedía ante sus primeras sílabas.
- Yo me llamo Lili, ¿tú cómo te llamas?
- Igual te sorprende, a mí me llaman Ushuaia, como a la ciudad argentina, capital de la Tierra de Fuego. ¿La conoces, o lo habías oído antes?
Lili respondió con una expresión de fascinación que no, que era la primera vez, le reconoció, y añadió:
- Gracias por aclararme de dónde viene, porque te lo tendría que haber preguntado y así me lo has ahorrado.
Ushuaia sonrió y le dijo que no pasaba nada por no haberlo oído nunca, que ya estaba bastante acostumbrada, incluso a que le preguntasen si era nombre de chica o de chico, cosa que no sólo le importaba bien poco, además era algo que no solía contestar. Las dos se sonrieron mutuamente y, ahora, ya estaban un paso más cerca de empezar a leerse las miradas. Aunque seguía faltando mucho, pero había algunos sentimientos que empezaban a ser comprensibles para las dos incluso sin mediar palabras. Tenían claro que ese impulso de atracción era mutuo, que las dos querían conocer y aprender de la otra todo lo que les fuera posible, de modo que siguieron preguntándose cosas, como la fecha de nacimiento, el signo del zodiaco, su color favorito, su número preferido, los estudios que tenían y los que les habría gustado tener en el caso de vivir en un mundo ideal. En algunas cosas coincidieron, en otras no, pero lo más curioso fue que ninguna respondió abiertamente sobre su edad cronológica. En ese tema la que primero preguntó fue Lili y Ushuaia le respondió que para ella eso era fácil, lo que dijera el DNI era la respuesta, pero más allá de ese número estaban dos factores, la madurez personal y la edad emocional. Dicho lo cual pasó a explicarle en qué consistía cada concepto que Lili entendió perfectamente y con toda su atención puesta en escuchar a su acompañante estuvo incluso a punto de chocar con una papelera que había en una señal vertical de tráfico. Para las dos esa cifra era fluctuante y podía variar en función de con quién te relacionases o de la actitud que esas personas tomen hacia ti. Un ejemplo muy claro que puso Ushuaia fue que había amigas a las que a veces consideraba confidentes de su misma quinta y generación, en total igualdad de condiciones, y las mismas personas en otros momentos le parecían madres, como si ella debiera someterse y depender de ellas porque las riendas y decisiones quedaban lejos de su alcance. Pero no por ello se sentía incómoda con ninguna de esas amistades a las que se refería. Lili una vez que lo había comprendido todo se definió y expuso que para ella lo importante era el equilibrio de actitudes y sentimientos.
Y ahí fue donde las dos coincidieron más incluso que en el resto de preguntas que se hicieron, porque las dos se sintieron perfectamente cómodas y a gusto, en perfecto equilibrio y armonía con la otra. Sin importar realmente si habían coincidido en ser las dos Piscis, aunque fue un detalle que a ninguna les pasó desapercibido. Pues llegado el momento de dicho descubrimiento se les dibujó una sonrisa de idénticas dimensiones en el rostro y la mirada se quedó congelada y dio paso a un beso, inesperado pero profundamente deseado por las dos.
Cronológicamente su diferencia era de casi 8 años, en realidad 7 años y 358 días, por lo que Lili cumpliría años una semana antes que Ushuaia, quien además de ser mayor era más alta, fuerte y tenía más estudios. Pues cada una mencionó lo que había estudiado y así se pudo ver. Las dos, eso sí, estaban vinculadas al campo sanitario y les gustaba atender a otras personas, ya fuese por necesidades, por enfermedades, etc.